[LIBRE] Paseo entre lo conocido desconocido.

Era un caluroso día de verano, apenas tenía alrededor de una semana de haberse mudado a la ciudad y todo parecía completamente distinto, un mundo diferente al que solía estar acostumbrada. Una vez pisó el instituto, notó enseguida la mirada inquisitiva de los ajenos, debido a sus rasgos orientales. Sin embargo, aquello no le intimidó, cuando llegó a América le había ocurrido lo mismo.

A paso seguro, suave y sin temor alguno, avanzó entre los pasillos, buscando el aula de clase que le correspondía en aquel periodo lectivo, más aquello era una hazaña. Trataba de evitar lo más posible, el contacto físico con los demás.Hecho que le fue difícil, porque más de una vez, se topaba con algún individuo que apenas al mínimo roce, le hacía vivir sus más cruentas memorias. Y aquello, le producía un dolor infinito en su pecho, un fuerte dolor de cabeza y sumado a ello, debilidad a causa de las energías gastadas. Además, por si fuera poco, la "víctima" o las "víctimas", a quienes consideraba de esa manera, resultaban bastante desafortunadas y con pérdidas de energía vital, al ser destituidos y absorbidos de sus sentimientos y/o recuerdos.- Tsk... de nuevo...-Masculló, algo molesta ante el devenir progresivo de las multitudes de estudiantes de aquel centro educativo. Aún no podía controlar del todo sus poderes, y por ello, recurrió al hecho de, sacar de sus bolsillos unos pequeños guantes, casi asemejando a Rouge de X-MEN, pero en otra medida.

Tras encontrar el aula pertinente, encontró pocos alumnos, y todos ellos, nuevamente le dirigieron aquella mirada crítica y llena de pre-juicios. Tomó asiento en la fila de en medio, justo en la columna del fondo que daba hacia la ventana del cuarto piso, donde correspondía en ubicación espacial, su salón. A la espera de que el maestro se presentara y les indicara las instrucciones de inicio de semestre. En todo el momento que estuvo esperando, observó a través de la ventana, desde donde podía observar algo ensimismada el campus y donde practicaban los equipos del instituto. Aquello era tan similar como en las escuelas en las que había estudiado.

Y desde ese momento, quizá, el destino parecía prepararle algún tipo de encuentro, como presintiendo algo sin siquiera esperarlo o pensarlo.

Allí estaba yo, fingiendo ser una adolescente más que iniciaba el curso con sueños, metas y nuevos retos. Pero realmente estaba absorta en mí misma, percibiendo cada latido del corazón de aquellas personas tan frágiles a mis ojos, inhalando ese olor tan característico de los humanos. De repente algo alertó mis sentidos; una fragancia poco común, distinta a la de cualquier ser humano. Instintivamente mi mirada se dirigió hacia una chica que estaba sentada en la fila de en medio, justo en la columna del fondo. ¿Quién era? Con discreción y disimulo, me senté unos sitios más a la derecha de ella.

Su mirada aún seguía perdida en el constante ir y venir de aquellas pequeñas figuras, que se identificaban como personas en la planta baja. Un suspiro profundo se escabulló de sus labios, sin siquiera percatarse de ello, hasta el instante en el cual, giró su vista, más por instinto que por otra cosa.Y ahí, fue cuando su mirada se clavó fijamente en los orbes claros de una joven fémina de piel tan blanca como la porcelana, cabellos tan dorados como los rayos del sol al despuntar el alba, y los labios tan rojos como la sangre.

No supo en qué momento, ni cuando, pero, su mirada se mantuvo unos segundos más, sostenidos en los ajenos. Como si, estuviese perdido en ellos, hasta reaccionar de forma tardía y parpadear, girando su rostro algo avergonzada de su reacción. De momento, su zurda acomoda algunos de sus flequillos rebeldes de aquellos cabellos castaños y vuelve a mirarle de soslayo para atreverse a hablarle, pero, ninguna palabra salió de su boca. Quizá por la dificultad de entablar una conversación normal con una desconocida.

Había percibido esa sensación antes. Era como sentir unos ojos clavados fijamente en mí. Sabía que me estaba mirando. Ladeé levente la cabeza, observándola por el rabillo del ojo. Mi campo visual era mucho más agudo y amplio que el de cualquier ser humano, no obstante decidí mirarla con descaro. Ella correspondió mi mirada, quedándose atónita y perpleja unos segundos. Esbocé una sonrisa cuando al darse cuenta de su reacción, giró el rostro, ahora algo más rosado que antes, provocado tal vez por la vergüenza.
Podía notar cómo su corazón se aceleraba cada vez que gesticulaba para decir algo, pero finalmente su voz se ahogaba en el silencio. Tomé aire, acomodé mi carpeta rosa chillón en mi regazo y me levanté. Me coloqué frente a ella, decidida y firme. -Hola-le dije seca, pero amablemente.